Nicaragua, el país de las mil volcanes

Lunes, 17. Enero 2011

(Granada, Lago Cocibolca, y sus alrededores) A orillas de "La Mar Dulce"

Si me conectan los ojos y yo me quedo solo en el Parque Colón, sé de todos modos que estoy en Granada. 

Las campanillas de los vendedores ambulantes de helados, el ruido de los de carrajes y el hablar suave lo delatan.
Pero, si me vendaran los ojos y descubriera que estoy en Granada, me quitaría la venda para poder contemplar la luz calida del atardecer y daría un paseo a esa hora indescriptible del crepúsculo cuando las puertas de las casas coloniales comenzian a abrirse de par en par, los vecinos salen a la calle y se sientan en sus mecedoras a contemplar el devenir de la vida nocturna. Pasería hasa que oscureniera y mis pies exhaustos pidieran descanso. Asi es como entiendo Granada, porque cómo describir una ciudad fundada a golpes de colonizadores y filibusteros.
Emplazadri a orillas de la Mar Dulce, come bautizaron los colonizadoras españoles al Lago Cocibolca, es una ciudad limpia, bien conservada y ordenada que ostenta el privilegio de ser la única ciudad colonial que sigue estando en el mismo emplazamiento en que fue construida en el siglo XVI. Disfrutar de la paz y la tanquilidad de los patios porticados típicos de Granada. En ellos uno tiene la sensación den inhalar un pedacito de historia a cada respiración.
(Extracto del libro "Nicaragua, El País de las Pequeñas Cosas" de Artur Isal y Ruth Estellers)